domingo, 22 de julio de 2012

Alianzas en el Antiguo Oriente


      Por César Moreno González, este capítulo es parte de la monografía: El Pacto en el Antiguo Testamento.

Fundamentalmente, estas alianzas eran de índole comercial. Estas se fijaban mediante tratados, los que garantizaban ciertas regalías por las partes, por otro lado, también estos tratados estaban en relación directa con la protección que podía recibir un grupo determinado.

a.    Tratados comerciales

En los registros del bronce antiguo (XXXI – XXI a.C.), se sitúa la ciudad-estado de Ebla. Los hallazgos arqueológicos han evidenciado que existían tratados o más bien acuerdos entre este reino y el de Mari, al que el reino de Ebla pagaba tributos. El papel de Mari estuvo condicionado por su paso obligado entre la baja Mesopotamia y Siria, análogo al de Assur en el Tigris. Pero en el caso de Mari el territorio de su red comercial potencial estaba en manos de Ebla, por lo que se infiere un acuerdo entre ambos reinos con fines comerciales. La ciudad-estado de Ebla, a su vez, hizo alianzas con otras ciudades por temas económicos, de esta forma; existió un tratado entre  Ebla y la ciudad de Abarsal, “que incluye la lista de todo lo que están en mano del rey de Ebla, es decir, bajo su control y responsabilidad. Gracias a acuerdos de este tipo, la actividad de los mercaderes podía extenderse a ambas redes, sin que las ciudades perdieran su control sobre dos zonas separadas, en cada una de las cuales la organización y las ventajas fiscales correspondían a una de las partes”[1].  
Por otro lado (en el bronce medio XXI a XIX a.C)[2], según constan en los textos paleoasirios, además de las figuras de reyes, aparecen algunos funcionarios nativos. Donde el más importante de todos parece ser el jefe de las ciudadelas, especialmente en los sectores que están más en contacto con el comercio. Detrás de esta organización, se evidencian unos estados palatinos bastante bien organizados, capaces de entablar relaciones jurídicas y comerciales con los asirios. “Son relaciones de carácter contractual. Se basan en la firma de tratados, confirmados por un juramento solemne, entre cada nuevo rey el karum central de kanish o el karum anejo a la propia ciudad”[3]. De esta forma, el rey local permite que la colonia asiria permanezca en su territorio y se dedique al comercio garantizándole la protección no tan solo en la ciudad sino a través de los recorridos caravaneros. Estas alianzas llegaban a su fin cuando había disputas entre dos o más ciudades-estado.

b.    Tratados interdinásticos

Otra forma de alianzas, la constituían los matrimonios entre hijos de distintos reinos para intensificar el poderío militar y hacer frente común con alguna potencia superior,  o con el fin de hacer las paces. Los reyes de Ur aplicaron esta política alternando entre la amistad y la amenaza con los reyes elamitas.
Para los tiempos del bronce tardío (1550-1200 a.C), en el cual hay importantes invenciones, se suscita un importante dominio de potencias, dándose un sistema de dos niveles. En cuanto a la formalización de las relaciones a causa de alianzas, están se dan en dos tipos; así tenemos relaciones horizontales entre estados del mismo rango y relaciones verticales de subordinación (o de vasallaje). Entre los reyes de igual rango, y fundamentalmente entre grandes reyes, las relaciones políticas son paritarias. Sea cual fuere el poder político, militar, demográfico o económico, todos se reconocen iguales y formalizan esta alianza de igual a igual con los términos de la hermandad, la amistad y la bondad, de acuerdo con una ideología de carácter familiar que guarda estrecha relación con la costumbre de celebrar matrimonios interdinásticos. En un sistema como este, cada cual era responsable de mantener el orden y el control sobre su propio territorio, a fin de facilitar la circulación de mercancías y servicios demandados por las grandes cortes. Para ello los pequeños reinos y principados, solicitaban a menudo, la asistencia de su señor, el gran rey, que enviaba refuerzos militares o establecía guarniciones. En el terreno de los intercambios económicos, que asumieron en gran medida la forma de regalos recíprocos entre las cortes de las grandes potencias, las necesidades incrementadas del comercio exterior, al haber quedado definido un espacio económico más amplio, que rebasa los límites del Próximo Oriente, favorecieron una interacción muy intensa, protegida bien por vía de los métodos diplomáticos o por los del esfuerzo militar. De modo paralelo, en el ámbito interno la alianza entre la realeza y la nueva aristocracia militar supuso una mayor subordinación de los sectores ciudadanos, que verán su situación comprometida, social y económicamente, siendo reemplazados como factor militar por los guerreros de élite, a los que los monarcas entregarán concesiones de tierras para su disfrute.
En Egipto, “Amenofis III estableció numerosas alianzas matrimoniales con princesas extranjeras de Mitanni, Arzawa y Babilonia. Respecto de las alianzas matrimoniales con Mitanni, las fuentes egipcias y acadias señalan que Amenofis III se casó con Gilukhepa, hija de Shuttarna, y con Tadukhepa, hija de Tushratta. Estos matrimonios sucesivos con princesas de Babilonia y Mitanni demuestran que las alianzas matrimoniales unían a los gobernantes en forma personal y a través de ellos a sus estados, de modo que cuando moría el rey extranjero o la princesa enviada, inmediatamente comenzaban las negociaciones para restablecer los lazos de unión que habían sido rotos”[4].

c.    Tratados de vasallaje

El imperio hitita aplicaba en sus relaciones exteriores los mismos principios e instrumentos que regían las relaciones internas. Es fundamental el juramento personal, que vincula al rey pequeño con el grande. Es un tratado escrito de subordinación con clausulas detalladas y precisas. Estas alianzas eran un medio extremadamente importante de regular la conducta entre pueblos, sobre todo en el campo de las relaciones internacionales. Caso característico es el tratado entre el Gran Rey hitita y sus vasallos de Asia Menor y Siria del norte, en los siglos XV-VIII a.C. “Entre los tratados de vasallaje…; tenemos: dos tratados de Alalakh del siglo XV en Siria; el grupo de tratados hititas, entre 1450 y 1200; los tratados de Ras Samra, que caen en la categoría anterior, ya que los impone el rey hitita a su vasallo de Ugarit”[5]. Estos eran tratados de soberanía, los cuales constituían la base formal del imperio. Establecía las condiciones de la relación entre el estado hitita y los vasallos (grupos de pueblos de menor cuantía) que aceptaban la soberanía del imperio. El rey ofrecía proteger a un pueblo a cambio de su apoyo y sus tributos. Esa era la única opción para muchos pueblos atrapados entre potencias mayores, y les proporcionaba medios de seguridad en las épocas de trastornos.
Todos estos tratados presentan algunas diferencias, pero tienen una misma estructura fundamental, que es la siguiente: 1) Preámbulo: nombre y títulos del Gran Rey. 2) Prólogo histórico que recuerda los antecedentes del tratado y los favores otorgados por el Gran Rey. 3) Estipulaciones impuestas al vasallo. 4) Cláusula relativa a la conservación del documento y a su lectura pública. 5) Lista de los dioses invocados como testigos. 6) Maldiciones y bendiciones condicionales.

d.    Tratados de fidelidad

La historia egipcia es testigo de relaciones mantenida con las ciudades-estado de Siria-Palestina, con el fin de “mantener el dominio de las posesiones asiáticas el estado egipcio dispuso de algunas medidas de seguridad tendientes a asegurarse el control de las rutas que atravesaban el corredor sirio-palestino, con el fin de acceder a las zonas proveedoras de materias primas, bienes de subsistencia y de prestigio”[6]. De esta manera, Tuthmosis III y sus sucesores implementaron una política que les dio buenos resultados, la cual materializaron entre otras medidas, en la prestación de juramentos de fidelidad.
En estos tratados, la relación del gobernador local y el faraón de turno no se concretaron de hecho en la estipulación de un pacto bilateral, sino sólo con la prestación de un juramento de fidelidad por parte del jefe local. Es probable que los faraones lo exigieran de todos los príncipes locales en el momento de su designación como «funcionario» al servicio de Egipto, o al comienzo del reinado de un nuevo faraón. El juramento unía a ambas partes mientras los miembros estuvieran vivos y debía ser renovado en el momento en que hubiera un cambio. La «estela de Gebel Barkal» registra el primer texto completo que se conoce de un juramento de fidelidad, prestado aquí a Tuthmosis III. Luego de la primera campaña asiática realizada por Tuthmosis III, el príncipe de Qadesh, junto con otros jefes del Retenu (Siria y Palestina), y la población del lugar prestaron un juramento de fidelidad al rey. Otra referencia a un juramento de fidelidad se encuentra en la «estela de Menfis» de Amenofis II, aunque las palabras del mismo no están explícitas. Para el reinado de Akhenaton se conoce una sola carta que describe una ceremonia de designación de un jefe local y que tal vez hace referencia a un juramento de fidelidad, aunque los términos del mismo no están registrados.

2.    Concepto general de Alianza

a.    Alianza como experiencia social

En los relatos del Antiguo Testamento, la alianza, antes de referirse a las relaciones de los hombres con Dios, pertenece a la experiencia social de los hombres. Al igual que sus vecinos del Antiguo Medio Oriente, Éstos se ligan entre sí con pactos y contratos. Acuerdos entre grupos o individuos iguales que quieren prestarse ayuda: son las alianzas de paz (Gn 14,13; 21,22ss; 26,28; 31,43ss; 1 Re 5,26; 15,19), las alianzas de hermanos (Am 1,9), los pactos de amistad (1 Sa 23,18), e incluso el matrimonio (Mal 2,14). Por otro lado, el pacto es a menudo un contrato que el más poderoso impone al inferior (Jos 9,6ss.; 1 Re 20,34; 1 Sam 11,1ss.). En este caso sólo el poderoso tiene la libertad de decidir, de prestar o no el juramento; el contrayente inferior guarda una actitud meramente pasiva. Este acuerdo parte de la suposición que el sujeto pasivo no obrará ciertamente contra su propio interés, pues rechazar el contrato significaría para él cambiar la protección derivada del mismo por una situación de inseguridad legal muy peligrosa. En otras ocasiones los contrayentes realizan el acuerdo por libre decisión, con mayor o menor paridad de derechos (Gn 21,27. 32; 31,44; 1 Sam 23,18; 2 Sam 5,3). Así entendido, “un pacto es una promesa solemne que se formaliza mediante un juramento que puede ser una formulación verbal o una acción simbólica”[7].

b.    Alianza como comunión íntima

Por otro lado, el Antiguo Testamento “está de acuerdo en que Yahveh ha instituido una relación especial de comunidad con Israel. La mayor parte de las veces se designa esa «comunión» con el término berit, al que se aproxima, aunque no signifique exactamente lo mismo, la palabra «alianza»”[8]. De la etimología de la palabra, la cual es discutida; se ofrece otra explicación, simple y la menos forzada. Parece ser que berit es una formación nominal de la raíz barah (comer juntos) y se refiere originariamente a esa unión íntima que se realiza y se simboliza en la comida. En favor de esta teoría se encuentra el hecho de que la comida no sólo desempeña un papel muy importante en los relatos de alianzas que tienen lugar entre hombres (cf. Gn 26,30; 31,46.54), sino que además la ofrenda de alimentos junto con el banquete sacrificial ocupa un lugar central en la liturgia de la religión de la alianza de Israel. La significación de la cena pascual al hacer presente la acción fundamental de liberación hecha en favor de Israel por el Dios de la alianza, así como el antiguo relato de la comida de la alianza en el Sinaí (Ex 24,11), y, finalmente, el lugar que ocupa el selem (alusión al salôm que se establece por la alianza, en el sentido de plenitud de paz, salvación), es decir, «el sacrificio de comunión», del que forma parte integrante la comida sacrificial.

c.    Alianza como unión graciosa

En los estudios del berit, existe además una especie más antigua de alianza de carácter unilateral, una berit graciosa (Jos. 9; 1 S 18). En esta clase de alianza más antigua de índole nómada, el beneficiario no tiene ni derechos ni obligaciones. En cambio hay otra alianza, que considera la berit como un trato bilateral, como un contrato, para lo cual se hace referencia a David y Jonatán. En este tratado de amistad, la primera actitud propia del berit, y que lo será para siempre, es la lealtad. Es a ella a la que se apela en todo momento, no es al amor o al sentimiento ya que este puede debilitarse. Otras dos actitudes inamovibles, conforman el berit: la solidaridad y la misericordia: acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo (1Sam 18,1). Jonatán se apego a la esencia de esta berit cuando David era perseguido: Haz este favor a tu siervo, ya que hiciste que tu siervo estableciera contigo alianza de Yahvé; si en algo he fallado (1Sam 20,8a). Así entendido, al berit lo precede un amar al otro y a los otros, como a sí mismo. El amor es la base, el fundamento y la fuente del Berit. Berit no es el amor, es el amor elevado a una relación legal.
La celebración del pacto, produce salôm. Así pues la alianza es una relación que tiene por contenido la salôm, una clase de relación donde el que lleva la iniciativa es para significarla. Esta palabra no significa sólo paz, significa totalidad porque comienza una nueva totalidad, un nuevo modo de convivir en una armonía ordenada en la que cada uno cumple sus obligaciones y cuenta con el otro, cada vez que necesita que alguien sea leal, solidario y misericordioso con él.  Finalmente, con respecto a la relación Dios-hombre, solo se contempla la alianza que se concerta graciosamente. Por consiguiente, elección es la forma de expresar la alianza que parte siempre de Dios, y alianza, el modo de decir la elección que, igualmente, arranca solamente de Yahveh. No hay ninguna connotación de deberes por parte del receptor, es decir; no hay relación entre pacto y ley.
 
d.    Alianza como sinónimo de hesed

El hesed es en primer lugar un vínculo jurídico o moral entre unos hombres que se han asociado. La naturaleza de la asociación es diversa. Los miembros próximos de una familia están ligados por los deberes del hesed (los esposos: Abraham y Sara Gn 20,13.; los padres y los hijos: Jacob y José Gn 47,29) En sentido amplio, la familia incluye a los huéspedes (los exploradores, que gozaron de la hospitalidad de Rahab, se vieron obligados por su parte a testimoniarle su hesed  (Jos 2,12-14), lo mismo pasó con el mensajero divino hospedado por Lot (Gn 19,19). Incluye también a los hombres que se reintegran a la familia mediante el rescate: entre Booz y Rut se da el hesed (Rut 3,10). Esta palabra no tiene en este caso ningún sentido afectivo y no deja vislumbrar aquellos sentimientos que más tarde mostraron Booz y Rut el uno al otro; designa la relación jurídica y moral entre el goel y la viuda que tiene que «rescatar», esto es, devolver a la familia. Entre amigos o aliados, la fe jurada es también un hesed (David y Jonatán: 1 S 20,8.14.15; 2 S 9,1.3.7. David y Janún, rey de Ammón: 2 S 10, 2. Jusay  finge traicionar el heded que debe a su amigo David: 2 S 16,17). Los súbditos deben hesed a la dinastía legitima: Yehoyadá se ha portado con hesed ante el joven rey davídico Joás (2 Cr 24,22); por el contrario, los hijos de Israel no han mantenido el hesed con la dinastía de Gedeón (Jue 8, 35).
En todas estas ocasiones hesed es, en el fondo, sinónimo de berit. Se trata de una alianza que impone a los participantes cierto número de deberes jurídicos y morales. El alcance de estos deberes es razonable y se define por el carácter mismo de la alianza. No supera nunca los límites de las exigencias normales de una familia, de una amistad, de una soberanía. Sin el hesed, las relaciones sociales serían anárquicas; mediante el hesed, se mantienen sólidas, y los vínculos de los individuos asociados se hacen reales. Cuando los aliados practican el hesed, manifiestan sencillamente que la alianza no es una palabra vacía, sino que existe de verdad.

3.    Excursus: uso y simbolismo de la sal

En Números 18,19 se nos comenta que todo lo reservado de las cosas sagradas que los israelitas reservan a Yahvé, serán dados a la familia hebrea, por decreto perpetuo. Y el pasaje continúa diciendo: Alianza de sal es ésta, para siempre, delante de Yahvé, para ti y tu descendencia. Pensamiento parecido nos da el sacerdotal de Lv 2,13 (cf. 2 Cr 13,5): Sazonarás con sal toda oblación que ofrezcas; en ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de tu Dios; todas tus ofrendas llevarán sal.
En el clima caluroso del antiguo Oriente, la sal era necesaria para la salud de hombres y animales, y era el principal agente preservante (los textos de la antigua Mari describen su valor comercial). Cuando se hacían tratados o alianzas, se empleaba sal como símbolo de la duración de sus estipulaciones. Los contextos babilónicos, persas, árabes y griegos testifican todos de este uso simbólico. Asimismo, en la Biblia se identifica el pacto entre el Señor e Israel como un pacto de sal, un pacto preservado por mucho tiempo. Los aliados que celebraban estos acuerdos  por lo general compartían una comida que incluía carne salada. Por lo tanto, el uso de la sal en los sacrificios era una forma apropiada de recordar la relación del pacto. Además, la sal impide que actúe la levadura y, ya que la levadura era símbolo de rebelión, la sal podía representar fácilmente aquello que inhibía la rebelión.


[1] Mario Liverani. El Antiguo Oriente, historia, sociedad y economía, p. 181.
[2] En relación con los hebreos, el Bronce Medio pertenece a la época de los Patriarcas bíblicos, aunque es difícil el fechado preciso de la emigración de Abraham de Mesopotamia y de la de Jacob a Egipto. Según la opinión de Albright, el movimiento de los terahitas desde Ur hacia Harán y hacia el oeste debió de producirse en los siglos XX y XIX a.C., y la emigración a Egipto debe situarse en el XVIII ó el XVII a.C., en relación con el movimiento de los hicsos.
[3] Mario Liverani. Op. cit., p. 295.
[4] Graciela Gestoso S. El intercambio de bienes entre Egipto y Asia Anterior, p. 111.
[5] R. de Vaux. Historia Antigua de Israel I, p. 418.
[6] G. Gestoso S. Op. Cit., p. 72.
[7] W. Dyrness. Op. cit., p. 87.
[8] Alfons Deissler. La revelación personal de Dios en el AT. Op. cit. II, p. 214.